martes, julio 29, 2008

el humo,mis brazos
mis uñas, mis manos, mis dedos,
el esmalte rojo corrido,
mis pantalones arremangados, mi remera azul francia,
mi cigarrillo a medio consumir,
mi vaso vacío, el glade de jazmín,
el bloc de notas abierto, el humo que se dispersa con el aire del ventilador,
mis libros, mis tareas,
mis chicles de frutas verdes desparramados en la mesa,
la calculadora que ahora funciona mágicamente,
alma matters de fondo a volúmen medio para no despertar gente,
mi teléfono mudo,el teclado ansioso,
mis uñas, mis manos, mis dedos,
el esmalte rojo corrido,
la ansiedad , ese sentimiento llamado extrañar,
mi cama lista para que mañana cobije a dos,
las sábanas recién puestas, los almohadones desparramados,
mis palabras desparramadas al viento,
el silencio que ahora vuelve a aplastarme,
la inercia que se plaga por estas cuatro paredes,
tu no presencia que se hace espera,
se hace palabras, se hace texto,
mis brazos, mis dientes, mi boca,
mis uñas, mis manos, mis dedos,
el esmalte rojo corrido,



Está fechado en noviembre del 2006, más precisamente el 25.
Su título de esto era "mes ongles, mes mains, mes doigts", y lo quería volver a repetir, aunque ya lo había publicado, por que creo que siempre va a ser uno de mis preferidos.


Cuando escribí las entradas anteriores, no imaginé que ibas a darte por aludida (somos tantos en el mundo que puede que yo no te escriba a vos, y le escriba a tu mejor amiga, o quizás a mi vecina) e ibas a enviarme un correo, así que, después de casi un año de discusiones, está bueno terminar con todos esos focos.
Acepto las disculpas, y pido perdón si te sentiste ofendida, suelo ser odiosa con ciertas cosas, pero bueno, fuiste mi amiga, sabías de sobra como era.

(Y no, curiosas, no voy a decirles a quien me estuve dirigiendo, más allá de mis disputas, enemistades o lo que sea con dicha persona, respeto su pedido de no hablar de más, como ella tampoco lo hizo.)




Ya no volveré a comprar
a ese centro comercial,
antes me gustaba pero ahora
sólo van los zombies,
está lleno de zombies.

No volveré a ver jugar
a mi equipo favorito,
antes era entretenido,
ahora juegan como zombies,
y se mueven como zombies.

Y yo no quiero hacer
lo que hacen los demás,
no quiero ser un zombie,
tengo que encontrar
comida de verdad,
no quiero ser un zombie.


No me volveré a sentar
como siempre en el sofá,
en la tele sólo sale carne cruda, actúan como zombies.

Ya no volveré a votar,
son millones contra uno,
todos los votos son suyos,
el partido de los zombies,
sé que ganarán los zombies.

Y yo no quiero hacer
lo que hacen los demás,
no quiero ser un zombie.
Tengo que aprender
a moverme sin vagar,
no quiero ser un zombie.


Y no es nada divertido,
ser el último hombre vivo,
ser el último hombre vivo



 * Antonio Galván, siempre tan genial. Gracias por crear Parade y demostrar que la realidad de todos los días también puede ser parte de una película de ciencia ficción.
¿Sabés? Escribir no es lo tuyo. No quiero imaginar cuantos monos te aplaudieron cuando hace tres días despertaste y decidiste vomitarnos con tus malestares y tu falta de ritmo.

Sí, falta de ritmo.
Pero que te importan a vos este tipo de cuestiones, si te dedicás a escribir chistes.

lunes, julio 28, 2008

Hace poco más de un mes tuve que ponerme en el papel de un ensayista, cosa que jamás había echo.
La verdad es que me designaron un tema que jamás toleré, la crítica de un libro desde un punto de vista semántico, y , paralelamente, relacionando diversos aspectos semiológicos.
Posteriormente a la asignatura de estas condiciones para su elaboración, me frustré; leer un libro que no me gustaba, de un autor al que jamás le tuve aprecio, el trabajar en una clase de texto en la que jamás trabajé en mi vida, y el utilizar una trama a la que no estaba acostumbrada, me frustraba.
Me sentía limitada a escribir lo que otros querían leer. Jamás escribí lo que otros querían leer, o lo que otros me obligaban a hacer, pero tenía que hacerlo.
Sinceramente fue el texto que más me costó en mi vida, la presión, la censura, el  "¿por qué no me dejan escribir sobre lo que yo quiero y no sobre lo que ellos quieren?". Uff, qué difícil fue eso.
Pero, después de una semana de trabajo intensivo, terminé mis 10 páginas de ensayo, y descubrí que mi enojo y mi odio ante todo lo que primero había odiado, había desaparecido.
Es más, me gustó ser ensayista, entonces , ¿por qué vengo a decir esto?.  Por que como resultado de ese trabajo, descubrí una nueva forma de expresión escrita: la argumentación.
Voy a empezar a usarla, pero esta vez sin censuras.

Sí, la verdad es que estoy cansada de censuras. Hace años que me censuro al publicar acá. Cualquier mocosa con una cuenta en blogger está optando por el método palangana ("vomito todo en un diario digital") ¿ y por qué yo no ? ¿ por qué siempre publico la mitad de las cosas ?

Mi hermana Lizzie me enseñó a escribir cuando tenía tres años. Jamás dejé de hacerlo, jamás dejé de decir todo por forma escrita, siempre hice las transcripciones más certeras - y sinceras - de mi yo interior por medio de las letras, pero siempre me censuré al publicar en un medio digital.

La verdad, leí de todo en estos años: gente muy buena, gente muy precisa, escritores magníficos esperando ser descubiertos, sensaciones que podían ser percibidas como si uno fuese el personaje, imágenes a través de textos, mocosas de 15 queriendo ser Cory Kennedy, las clásicas chicas que a los 20 se dan cuenta "mágicamente"  de que aman escribir y lanzan puras pelotudeces, las que están resentidas por que los novios las dejaron y no hacen más que lanzar maldiciones al mundo, cartas de suicidio, declaraciones de amor, poesía surrealista, nenas jugando a ser Pizarnik, otras Cortázar, y otras que siguen la línea clásica de la poesía con pájaros cantando.

En estos más de dos años que tengo este espacio, me dediqué a contar al mundo lo que me pasaba por dentro, de la única forma que supe expresarme siempre, por medio de la escritura.
Un casi diario, diario de mi yo interior, donde expresé desde lo que sentía por mi ex novio, hasta la muerte de mi padre hace ocho meses.
Quedan más, mil más, lo se, pero siempre me auto-censuré, y muchas de esas por respetar a ciertas personas, por que, mis sentimientos eran míos, pero, a veces el otro no está solo, y una jamás sabe quien puede entrar y leerte, puede ser su novia, puede ser su madre, su hermana y por esa razón jamás crucé ciertos límites al escribir, jamás intenté poner incómoda a ninguna persona, como tampoco me gustaría leer ni los odios, ni los amores frustrados, ni correspondidos  de ninguna con respecto a mi pareja.
Es por esa razón que borro comentarios estúpidos sobre mi pasado. Por que quienes escriben ese tipo de cosas se olvidan de que HOY significa presente, y que el pasado está muerto, y, que ciertos comentarios pueden ser ofensivos o incómodos para la persona que está conmigo.
Si HOY estoy con alguien al lado mío, es por que el PASADO no importa, y por que, efectivamente, murió.

Que les vaya bonito, quería decir estas cosas, por que estoy un poco cansada de comentarios estúpidos, enfermos y resentidos de ciertas personas que no se olvidan de vivir el hoy, de pensar en mañana y de que el pasado está muerto y bien pisado.


PD, aún así no voy a eliminar los comentarios anónimos, creo que estamos grandes para seguir con la misma pelotudez que venímos hace tiempo.



viernes, julio 25, 2008

agnes.

Agnes se llamaba. Flacucha y sin gracia. Tez grisásea, ojos negros, bastante fea, bastante insulsa. Tenía un acento extraño.
Hubiese jurado que no era de Aix-en-Provence, hubiésemos jurado que ni siquiera era francesa. En realidad nunca lo supimos, y desde niños conjeturamos mil cosas, que era adoptada, que su padre el coronel Fontaine la había traído desde la India, o de algún punto donde haya estado, en esos viajes larguísimos que hacía por trabajo, o que quizás a su madre, la señora Claudine, se le había olvidado decirle al coronel que nueve meses antes de que Agnes llegase, ella se topó con un extranjero y le colocó un sombrero de cuernos, quizás sin querer, o quizás queriendo, vaya uno a saber.
De todas maneras, desde donde sea que haya salido esa Agnes, nosotros no la queríamos, y no era por cuestiones raciales, ni tampoco por el presumir mil cosas entorno a su origen, simplemente no la queríamos cerca.
Como dije antes, no tenía gracia, pero sí maldad.
Era de esas personas carentes de otra cosa que no sea resentimiento, aún desde niña, cuando la invitabamos a jugar y aceptaba, para luego romper nuestros juguetes nuevos, salir corriendo y lanzando maldiciones. Sin motivo que la hiciése enojar, ella nos odiaba, y nosotros también comenzamos a hacerlo.



(...)


5.20 de la mañana, y ese es el comienzo del proyecto 3, todavía no está terminado, sólo tiene un par de páginas y presumo que me va a llevar mucho tiempo, por que estoy demasiado emocionada con esto, aunque, confieso, no lo tenía planeado, simplemente me senté a hacerlo y llegó solo, sin que lo llamara.
c'est tout, voy a ver una película de kieslowski (ah, sí, los que leen esto desde hace mucho, saben que tengo insomnio)

miércoles, julio 23, 2008

Hoy desperté dandome cuenta de que hace un mes que no escribo, que no puedo hacerlo o que algo dentro mío me impide abrir el bloc de notas y dejar que el subconsciente se haga texto.
Revolviendo mis archivos y cajas de escritos, haciendo memoria un poco menos de cuatro años atrás, recordé cuando mi vida era una especie de sitio post-huracán, y cuando transitaba mi propia hibernación.
Había terminado la escuela, quería hacer cine en una familia de no-artistas y soñaba mudarme a Barcelona e ingresar en la 'escola superior de cinema i audiovisuals de Catalunya'.
Entonces llegó la época del armadillum vulgare (a la que hago referencia en textos de este blog en algún momento de ese ciclo - largo ciclo -)
Durante ese ciclo, alguien me recomendó que investigue al muchacho del manifiesto surrealista y a sus amigos, y ahí fue cuando tuve mi primer cita con André Breton.
Entonces, decidí volver a citarme durante el desayuno con André.
Tomamos un cappuchino juntos y leímos 'L'union libre' en francés tres veces, y luego en español unas cuatro.
Antes de terminar el último cigarrillo de mi paquete, había vuelto a escribir.
 

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